sábado, 2 de enero de 2010

Tecnología 3g: del panóptico foucaultiano al sinóptico baumaniano.

Poco podía haber imaginado Foucault, cuando en Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, retomara la noción del panóptico de Bentham como un nuevo modelo de sociedad bajo una nueva óptica en torno a la vigilancia y el control, en lo que devendría su idea a la luz de una subjetividad que en la era de la posmodernidad, llegaría a cuestionar las ideas mismas del filósofo. Años antes, George Orwell con 1984, articularía dicha ruptura en una antesala que sólo vería su realización con la incorporación de su novel en la cultura popular con la puesta en la pantalla grande de la misma en la adaptación de Michael Radford. Fue de´pués de la década de los años 50, y particularmente en el trascurso de la década de los años 70, que el término posmodernidad alcanzó conceptualización en los discursos filosóficos y sociológicos, para dar cuenta de un fenómeno particular del siglo XX, caracterizado por la caída de los grandes relatos, como lo define Lyotard (1989).

Tanto Jean-Fraçoise Lyotard como Gilles Lypovetsky en La era del vacío: ensayos sobre el individualismo contemporáneo, llegan a cuestionar la incursión de la tecnología en esta nueva era, en donde es a partir de las trasformaciones tecnológicas, que algo del saber se ve eclipsado en favor del conocimiento. El conocimiento y el cálculo moderno se desplazarían al simulacro posmoderno como señala Žižek (2005), retomando las ideas de Sherry Turkle y a su vez del concepto desarrollado por Jean Baudrillard.


A grandes rasgos, el panóptico de Bentham a finales del siglo XVIII concebía una estructura para la prisiones en donde una torre de vigilancia se erguía sobre un número de celdas dispuestas en un espacio de 180 grados alrededor de dicha torre, adquiriendo el vigilante una visión de cada una de éstas, sin que los prisioneros pudieran dar cuenta si éste los estaba observando. A su vez el vigilante o los vigilantes en dichas torres, estarían sujeto a prácticas de vigilancia y supervisión de manera más sencilla por tratarse de un número menor. La propuesta es sencilla, el prisionero sabe que lo están viendo, y aunque no todo el tiempo lo están haciendo, el temor a que en el momento de incurrir en alguna falta, pueda estar siendo vigilado, y por consecuente castigado, lo mantiene bajo control. De aquí el término panóptico encuentra en su etimología, su fundamentación conceptual: πἄν, neutro de πἄς del griego, que deriva en el vocablo castellano todo y ὀπτικός, también del griego, que deriva en óptico (Corominas y Pascual, 1980); una óptica toda, un lugar desde donde todo se ve.

Como se dijo, Michel Foulcault retoma este modelo en 1975 en el texto anteriormente mencionado, para establecer una serie de lineamientos alternativos a los modos en cómo se ejercían los métodos de vigilancia y control en el ejército, en la educación e inclusive en el ámbito de la salud. Desgraciadamente, dicho modelo, bajo el auge del discurso de la posmodernidad, no encontró otro lugar que el de la sospecha. Si el pasaje de la modernidad a la posmodernidad suponía una caída radical de todo discurso que ocupa un lugar de autoridad, dicho vigilante solitario en esa torre de control sería encontrado culpable, ¿de qué? De atreverse a ocupar ese lugar de autoridad que el discurso posmoderno tanto desdeña.

Como se indicó, Foucault dejaría pasar por alto una alternativa lectura de 1984, escrita por George Orwell en 1949, al sugerir el modelo del panóptico. Ahora bien, el aparente desliz de Foucault no sería ingenuo sino que en su omisión en la lectura, la figura del Gran Hermano aún no encontraría correlato en la tecnología que vería su auge a principios de los años 80. En 1984, Orwell introduce el personaje Gran Hermano, como el representante de El Partido; dictador y líder de Oceanía, El Gran Hermano, hacía sentir su presencia mediante una gran campaña propagandística que alertaba a la población con frases como "El Gran Hermano te está viendo", y esto a partir de telepantallas que se desplegaban a lo largo de todo el territorio. En los años 50, la lectura que se podía hacer de este texto, hacía alusión a una secuela contra los estragos del totalitarismo Nazi y el impacto ejercido por la maquinaria propagandística en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en los años ochenta, con el desarrollo de los sistema de circuito cerrado y bajo el imperio de la de discurso posmoderno, el temor al Gran Hermano no se haría esperar bajo el uso de estos sitemas que se empezaban a utilizar con fines de seguridad. El panóptico foucaultiano se vería exacerbado por ese temor posmoderno y la necesidad de la caída de la ley o su representante, aludiendo a fines perversos. La lógica del discurso de la posmodernidad supone que si hay alguien que vigilase, este alguien lo haría con fines perversos y bajo ningún control sobre sí: un Amo absoluto. Si Nietzsche anunció la muerte de Dios, la tecnología lo revivió en la posmodernidad bajo el temor a esta ilusoria figura omnipresente que todo lo vigila y lo controla. Las teorías de conspiración en contra de la Iglesia o los actuales gobiernos, aludiendo a un grupo que tiene un control holístico (para complacer también a los seguidores de terminologías New Age), no hacen más que señalar que hoy más que nunca, el ateísmo contemporáneo encuentra su escala invertida en la creencia de un grupo que todo lo controlaría desde su alta esfera olímpica. Un paso más, y nos atreveríamos a decir que la posmodernidad, y particularmente en Occidente, está desplazando el monoteísmo cristiano (la creencia en un ser superior que por su poder divino, todo lo controla) a un politeísmo tecnocrático (la creencia en un grupo de seres superiores que, por su poder económico, todo lo controlan). En ambos casos, el concepto sigue siendo el mismo, ya sea un dios o un grupo de empresarios, ambos controlan el mundo de manera corrupta y perversa, obteniendo el máximo goce a expensas de los demás. En esta última oración, se podría resumir la consigna posmoderna.
Lo que sí es evidente, como señalan autores como Sloterdijk, Deleuze, Baudrillard, Bauman, Lipovetsky y más recientemente, Žižek, hay un peligro en dar por sentado los beneficios sin pérdidas que la posmodernidad, bajo el nuevo auspicio del discurso capitalista, trae para el futuro. Lacan, con la vuelta que realiza del discurso del Amo para dar lugar al discurso capitalista, ejemplifica como esto nada tiene que ver con un modelo económico sino con uno que atañe a la subjetividad misma en el marco de esta era. De tal forma, Marx, jamás habría concebido en El Capital, que los términos de valor de uso y valor de cambio para dar cuenta del concepto de plusvalía, encontrarían un lugar distinto de articulación siendo que hoy todo producto adquiere solo el lugar de valor de cambio. En término simples y que en nada complacerían al filósofo, se puede ejemplificar esto. Adahora, la compra de un vehículo por parte de nuestros abuelos, se hacía con la finalidad que este durase el mayor tiempo posible. Expresiones como "ahora si tiene carro para toda la vida" o "de aquí hasta que me muera me va a durar", eran comunes al oír a algún comprador de algún automotor: cabía hablar de un valor de uso. Hoy en día, el joven comprador realiza la transacción, no sin antes fantasear el momento en que pueda cambiar su vehículo por otro más nuevo. El "me durará para toda la vida", se reduce a un escéptico "dura lo que tiene que durar". Esta misma fórmula también la podemos encontrar en las nuevas parejas y matrimonios posmodernos. La elisión de toda responsabilidad de la persona sobre sus propios actos dirigen la culpabilidad hacia ese personaje o personajes perversos que controlan el mundo. La gente continúa criticando al actual gobierno de turno, sin asumir la responsabilidad de una votación por parte de ellos mismos que llevó a los mismos gobernantes al poder. Sin embargo, se apela ingenuamente a la manipulación de los medios que mediaron para afectar en dicha votación. De nuevo, se apela a una herramienta externa para eludir la responsabilidad de un destino que las personas no quieren forjar.

Hoy más que nunca, el temor a este supuesto Gran Hermano ha devenido, en la era del simulacro como la llama Baudrillard, en la construcción de un panóptico exacerbado ha dado lugar al sinóptico de Bauman en donde ya éste no consiste en unos pocos vigilando a muchos, sino en muchos vigilando a unos pocos: bienvenidos al Internet.
Aquí, bajo las formas de redes sociales o video blogs en sitios como youtube, se tiene una gran cantidad de personas vigilando u observando los que hacen unas pocas. Los reality shows también atestiguan este fenómeno, dando por sentado una realidad simulada que es tomada como tal. Es pertiente que no caigamos en nociones ingenuas de una realidad objetiva y una subjetiva, que desembocan en preguntas aún más ingenuas acerca de qué es la realidad, al mejor estilo de las películas Matrix o incurrir en el hecho de creer que se nos vende una realidad prefabricada, nuevo tropezón para creer que hay un titiritero o titiriteros que controlan y fabrican ésta. Para elufdir esto, se puede recurrir a los registros de la experiencia humana elucubrados por Lacan en su formalización de la teoría psicoanalítica bajo su lectura freudiana: real, simbólico e imaginario. Aquí, cuando se habla de que estos reality show presentan una realidad prefabricada, se está apelando, desde lo simbólico, a lo imaginario del simulacro por cuanto naturaleza y realidad humana (que nada tiene de natural), se confunden y dan por sentado una manifestación doxológica de un modo de vida universal, sin apelar a eso particular que le permitiría al sujeto asumir la verdad de su deseo.

Así aparece el sinóptico posmoderno y, bajo nuevas tecnologías, hace su aparición la manifestación de un síntoma social: el uso de las nuevas modadlidades de comunicación. La cantidad de usuarios que en el país que en el último mes han acudido a solicitar y firmar por el nuevo servicio de telefonía celular 3G ofrecido por el servicio Kölbi del ICE sólo encuentra su contraparte en la apatía política que se vive en el país actualmente para asistir a votación en las próximas elecciones presidenciales. Esta apatía va nás allá de ese discurso manifiesto cotidiano que encuentra aparición en la incompetencia y malas propuestas de los candidatos para las elecciones 2010, . Si lo comparamos con un fenómeno tan simple como la implementación de la nueva tecnología celular y la creciente demanda, parecería que las personas están más dispuestas a firmar un plan prepago por un servicio de comunicación que promete todo excepto esto último, en lugar de dar su voto en las próximas elecciones. Escribir mensajes de texto y correos por celular por encima de escribir el propio destino del país en unas elecciones.

Ahora más que nunca, los efectos de la posmodernidad se empiezan a ver en el país, con el incremento de consumo, no sólo de alcohol y demás sustancias psicoactivas, sino de comunicación y demás recursos tecnológicos que prometen esto último; todos propinando un espacio a un sujeto que no quiere asumir la responsabilidad de su síntoma. Los salones de baile y encuentro de antaño, fueron sustituidos por bares que se dedican exclusivamente al consumo de alcohol, los bares por cibercafés en donde la única compañía del cliente además de su café (latte, americano, expresso, cappuccino, mokaccino, vienés, frozen, etc.) es algún artefacto electrónico con conectividad a WiFi (iMac, iPhone, Blackberry, netbooks, etc.) y por último la cotidianeidad misma del hogar, el trabajo o espacios recreativos distintosa a los susodichos, en donde el consumo obnubila toda posibilidad de producción. Enmascarado bajo la promesa de que cualquier tipo de consumo (consumo de vehículos, de combustible por consecuente, de recursos naturales, de alcohol, de drogas ilegales, de comida rápida, de programas de dietas, de programas de ejercicio, de sistemas de moda, de tendencias musicales, porgrams televisivos de corta duración al mejor estilo de os sitcom, de noticias e información, de comunicación; el catálogo de porductos de consumo veloz podría engrosar un nuevo catálogo que rivalice con El libro de los seres imaginarios de Borges).
Parecería que en la sociedad bajo la bandera posmoderna, la caída del Nombre-del-Padre, de la ley, de los grandes relatos, como quiera llamársele desde distintas teorías, ha desembocado en una búsqueda de un límite mortífero que empieza a dejar ver sus estragos en un país en donde la inscripción del sujeto ha sido renegada por todas estas prácticas de apatía, engalanadas de consumo, ¿de qué? De cualquier producto, siempre y cuando no se asuma la responsabilidad de su producción. Nos comunicamos, sí, pero estrictamente bajo la fachada de un avatar o una pantalla electrónica; salimos, sí, pero bajo el auspicio de algún psicoactivo, de uso legal o ilegal, que esté más a la mano.

El mundo actual bajo el imperio de la posmodernidad sólo puede esperar la nueva modalidad en que el Nombre-del-Padre vuelva a instalarse en la cultura, y mientras tanto, así como siempre el país sigue una curva promedio de atraso en todo aspecto político, social y económico, tenemos que añadirle de 10 a 15 años más a esa espera, y entre tanto, ahogarnos en el consumismo de un país que teme empezar a asumir la responsabilidad de lo que escribe y trazar su propio futuro.
Jorge Ramírez R.
Bibliografía.
Corominas, J. & Pascual J.A. (1980). Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico
. Madrid: Gredos.
Lyotard, J.F. (1989). La condición posmoderna. Madrid: Cátedra.
Lypovetsky, G. (2003a). La era del vacío: ensayos sobre el individualismo
contemporáneo
. Barcelona: Anagrama.
Orwell, G. (2001). 1984. Barcelona: Destino.
Žižek, S. (2005). El acoso de las fantasías. México, D.F.: Siglo Veintiuno.

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